Vengo a hablar de mi libro.
Son sus manos
palmas arriba unidas.
Leo el cielo.
Dejadme que os traduzca los silencios.
Dejadme que lo adorne con palabras
si sólo puedo ver en él lo bueno:
la inocencia y el niño
y la mañana.
Dejadme que lo cubra
con la calma
de un verbo hecho en su ausencia,
con las ramas
azules y espontáneas de los días.
Dejadme verlo así, recién venido,
recién hallado. Siempre.
Amor. Constante.
Dejadme verlo blanco porque es blanco.
Región de mí en su centro,
viaje mudo.
Recuerdo del recuerdo.
Abierto. Claro.
Vine a hablar de sus manos,
son mi libro.