Yo acumulo silencio en alcancía,
se deposita y vibra en un zumbido,
pero anhelo tu voz aun sin sonido:
yace aquí la magnífica ironía.
A mí, que pretendía las más veces
las voces acalladas de los otros,
de un yo plural que huyó de ser nosotros
quiero la voz sincera y sin dobleces.
Que la onda se expanda y no diluya
lo que el azar no nombra y no traduce:
el rumor de las sombras reproduce
el amor de los cuerpos, ¡aleluya!
Tu voz ha puesto al eco a su servicio;
al fin levantó el vuelo lo ficticio.